
Recientemente, me topé con una colaboración intrigante mientras navegaba por la pestaña de “medios” en mi PlayStation 5. Un anuncio inesperado me llamó la atención: una asociación entre el icónico shooter militar, Call of Duty, y la aclamada serie surcoreana de Netflix, Squid Game. Este evento, que ya concluyó, estuvo repleto de actividades atractivas, que permitieron a los jugadores participar en escenas icónicas como “Luz roja, luz verde” y disfrazarse de concursantes o de los siniestros guardias rosados. La pregunta surgió: ¿elegirías encarnar a los oprimidos o a los opresores?
Entendiendo el fenómeno del Juego del Calamar
La primera temporada de El juego del calamar rompió los récords de audiencia internos de Netflix. Su éxito se puede atribuir a varios factores: la acción impredecible, el estilo visual distintivo y la inolvidable banda sonora. Sin embargo, surge una razón más profunda a medida que los problemas sociales se entrelazan con la narrativa. En medio de paisajes económicos cambiantes, donde las brechas de riqueza cada vez mayores y la inflación en aumento cobran importancia, la premisa del programa (un juego peligroso que se juega por dinero) resuena profundamente entre los espectadores.
Además, El juego del calamar expone verdades más oscuras sobre el capitalismo. No sólo revela desesperación, sino que destaca una realidad inquietante: los juegos peligrosos a los que se enfrentan los concursantes son espectáculos que disfrutan los ricos. A medida que crece la brecha entre ricos y pobres, también crece la incomodidad de presenciar cómo la élite prospera a expensas de los desfavorecidos, un sentimiento que tocó una fibra sensible en el público.
Una contradicción absoluta
¿Qué estamos haciendo ahora? ¿Ha muerto la alfabetización mediática? ¿Estoy tomando pastillas para la locura?
— Chad Quandt (@chadquandt.bsky.social) 29 de diciembre de 2024 a las 19:20:19.262
Las estrategias promocionales vinculadas a El juego del calamar, incluido el reality show El juego del calamar: el desafío y varias experiencias emergentes, han llevado a algunos a criticar al creador por las ventas percibidas. Sin embargo, la situación es más compleja. El creador Hwang Dong-hyuk entregó todos los derechos de propiedad intelectual a Netflix con su contrato inicial, otorgando a la plataforma autonomía sobre todos los esfuerzos relacionados, incluida la comercialización sin su aprobación.
Curiosamente, Dong-hyuk ha declarado que su regreso para la temporada 2 estuvo motivado principalmente por la compensación insuficiente por la temporada 1, que fue una experiencia estresante que afectó su salud.
Por lo tanto, cualquier vínculo corporativo puede atribuirse en gran medida a las decisiones ejecutivas de Netflix, que parecen sordas o incluso explotadoras.
Un ejemplo de ello es el absurdo anuncio de Duolingo titulado “Coreano o te comerán”, en el que su mascota, Duo, aparece acompañada de bailarinas vestidas de rosa. Este extraño giro muestra a un individuo que es “secuestrado” por perder una racha, todo bajo la apariencia de humor. Plantea preguntas sobre la responsabilidad corporativa y la participación del consumidor.
Otro anuncio surrealista de Domino’s presenta a un concursante a punto de perder, conjurando mágicamente un teléfono inteligente para pedir una pizza y sugiriendo: «¡El capitalismo te salvará!», en contraste directo con el mensaje central de El juego del calamar.
Las consecuencias del control corporativo
Ver estos anuncios me hace cuestionar la realidad misma; la palabra “sordo al tono” apenas toca la superficie de esta disonancia.
Aunque me sienta fuera de sintonía, no quiero recrear el letal escenario de “luz roja, luz verde” de El juego del calamar. Las ansiedades financieras subyacentes reflejadas en la serie se conectan demasiado estrechamente con mi realidad. La perspectiva de que una corporación me sugiera participar en una recreación de un concepto tan traumático me parece inherentemente incorrecta.
El juego del calamar se basa en un fuerte mensaje anticapitalista. Sin embargo, como Netflix tiene las riendas de la propiedad, puede reformular la narrativa a su antojo, a menudo alejándose peligrosamente de la intención original. Su estrategia parece centrada únicamente en capitalizar el interés de los espectadores, reduciendo una narrativa impactante a una mera entidad con ánimo de lucro; se parece a los de El juego del calamar, inmersos en máscaras doradas, alejados de la realidad y la empatía.
Es cierto que la estrategia de marketing de Netflix con productos como El juego del calamar: el desafío resultó lucrativa y exitosa. Sin embargo, este éxito tuvo un costo significativo para la integridad de la serie. Para Netflix, El juego del calamar ha pasado de ser una serie innovadora a ser simplemente otro activo generador de ingresos.
La revista TIME capturó conmovedoramente la esencia de este sentimiento en su reseña titulada “El capitalismo mató al Juego del Calamar ”, articulando sucintamente la desilusión que muchos sienten.
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