La violencia en ‘El juego del calamar 2’: ¿se ha vuelto más brutal o he cambiado yo?

La violencia en ‘El juego del calamar 2’: ¿se ha vuelto más brutal o he cambiado yo?

En épocas de mucho estrés, la gente suele buscar consuelo en distracciones entretenidas, y los programas de televisión atractivos son una opción atemporal. Tal vez por eso el estreno de la tan esperada segunda temporada de El juego del calamar el 26 de diciembre me resultó tan agradable. Sin embargo, mientras me sumergía en los episodios de El juego del calamar 2, no pude evitar la sensación de que la serie, en particular su violencia gráfica, resonaba de manera diferente esta vez.

Al reflexionar sobre mi experiencia con la primera temporada de El juego del calamar, recuerdo la tensión que me mantuvo al borde del asiento, a menudo jadeando ante el impactante destino de los concursantes. El peso emocional de perder personajes a los que me había encariñado persistió mucho después de que aparecieran los créditos finales. La serie presentaba una dura crítica del capitalismo, retratando la brutal realidad de circunstancias desesperadas como una salida catártica para las frustraciones de los espectadores. Parecía sugerir: “El capitalismo es despiadado; canalicemos esa indignación de la manera más emocionante posible”.

Sin embargo, la emocionante experiencia de la primera temporada se transformó en la segunda, transformando la emoción de la supervivencia en una pesada carga. La pregunta era: ¿El Juego del Calamar había cambiado o yo lo había hecho?

Corazones pesados

Con el estreno de la primera temporada en septiembre de 2021 y la secuela que llegará más de tres años después, el mundo se siente drásticamente diferente. El peso del tiempo durante este lapso, especialmente con enero de 2025 que se siente como un año en sí mismo, amplifica esta diferencia. Ver El juego del calamar 2 sirvió como un recordatorio conmovedor de cuánto ha cambiado desde el otoño/invierno de 2021.

Una pausa prolongada entre temporadas suele obligar a los espectadores a pasar por una fase de “recuperación”; sin embargo, esta fase de El juego del calamar 2 se alargó al menos durante los tres primeros episodios de su serie de ocho partes. Incluso cuando el programa finalmente encontró su ritmo, una innegable sensación de diferencia permaneció en el aire.

Este cambio es en cierta medida intencional. Mientras Gi-hun intenta proteger a los demás durante el juego de “luz roja, luz verde”, el caos continúa sin cesar. En un esfuerzo por agregar profundidad, la última temporada presenta un nuevo mecanismo de votación que permite a los concursantes decidir si continúan jugando después de cada juego, lo que agrega otra capa de complejidad al drama que se desarrolla.

Además, el panorama cultural que rodea a El juego del calamar ha cambiado significativamente. Netflix parece estar monetizando su éxito con la adaptación del reality show, El juego del calamar: El desafío, que muestra un marcado contraste con la visión crítica de la serie sobre el capitalismo. Esta explotación crea una sorprendente disonancia cognitiva: ver a un estudio aprovechar una narrativa arraigada en sentimientos anticapitalistas y, al mismo tiempo, sacar provecho de ella.

A medida que avanzaban los juegos mortales, me encontré lidiando con la brutalidad de todo. Las muertes de los contendientes parecían excesivamente crueles y difíciles de ver. Con los concursantes atrapados en un ciclo implacable de votaciones fallidas, se hizo dolorosamente claro cómo terminaría esto: dejando solo un sobreviviente de aquellos que buscaban refugio de la ruina financiera. Lo que alguna vez me había parecido un entretenimiento emocionante ahora me parecía mera crueldad sin propósito. A medida que eliminaban a personajes simpáticos, me pregunté: «¿Es esto lo que quiero presenciar ahora?»

Como muchos, yo también he evolucionado en los últimos tres años. El discurso colectivo en mi sociedad parece cada vez más duro. Según el momento en que se vea El juego del calamar 2, nos encontraremos preparándonos para el segundo mandato de Trump o ya lo estamos experimentando. Los rasgos oligárquicos de su administración hacen que la clase dirigente retratada en El juego del calamar parezca alarmantemente real.

Las luchas de los concursantes ya no evocan una sensación de catarsis, sino que se sienten como golpes implacables cuando ya estamos luchando por defendernos.

Está claro que tanto el mundo como yo nos hemos transformado, y esta evolución ha impactado profundamente mi experiencia con Squid Game, y no para mejor.

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