
Para muchos de los que crecimos fascinados por Disney, los juegos de rol a menudo giraban en torno a las princesas icónicas. En mi círculo de infancia, nos designábamos como personajes específicos, y a mí, la morena con corte bob, siempre me tocaba Blancanieves. Admito que esta designación me frustraba.
La película animada original de Blancanieves, estrenada en 1937, presentaba a un personaje con una voz melodiosa pero aguda, que pasaba los días limpiando para siete enanitos. A menudo parecía ingenua e ignorante de sus circunstancias, esperando ser rescatada en lugar de tomar las riendas. Nunca le tuve cariño y detestaba que me compararan siquiera remotamente con su personaje.
Dadas mis bajas expectativas, el anuncio de una versión en acción real no me emocionó demasiado. Al fin y al cabo, ¿qué podía ofrecer esta nueva interpretación que no ofreciera el clásico? Aun así, la interpretación de Blancanieves por parte de Rachel Zegler resultó ser una grata sorpresa. Consiguió que me interesara un personaje que antes ignoraba.
La actuación de Zegler es sincera: su compasión irradia del personaje, haciendo que Blancanieves parezca más una persona impulsada por la calidez y la empatía que una simple damisela. Esta refrescante interpretación evita caer en clichés, retratando a Blancanieves como alguien que busca activamente la bondad y la conexión en un mundo complejo.
En esta adaptación, Blancanieves posee iniciativa; no es solo una cuidadora, sino una persona proactiva cuya bondad impregna cada escena de Zegler. Si bien hay aspectos de la interpretación de Marc Webb que fallan, la enérgica actuación de Zegler es el pilar de la película.
La interpretación de Gal Gadot: una oportunidad perdida

En marcado contraste, la interpretación de Gal Gadot de la reina malvada dejó mucho que desear. Cada escena con ella resultó decepcionante, lo que planteó dudas sobre por qué esta actuación fue considerada la «mejor».No encontré nada positivo en su interpretación; los momentos que destacaron fueron, en el mejor de los casos, simplemente aceptables.
La obsesión del personaje por la belleza siempre ha sido su principal motivación, desde el clásico animado hasta esta nueva adaptación. Si bien Gadot posee indudablemente belleza física, la película lamentablemente subraya este aspecto sin abordar adecuadamente su interpretación.
En adaptaciones anteriores, la fealdad interior de la reina malvada se manifestaba con fuerza, sugiriendo que su deseo de belleza fue su propia perdición. Sin embargo, en esta versión de acción real, no queda claro si Gadot recibió instrucciones para representar esta complejidad o simplemente no la logró.
La refrescante versión del Príncipe de Blancanieves

Una característica destacada de esta adaptación es la interpretación de Andrew Burnap de Jonathan, quien no solo conoce a Blancanieves, sino que también establece una conexión genuina con ella. Su desarrollo romántico hace que el anterior «beso salvador» no consensuado sea mucho menos problemático que su equivalente animado, que a menudo resultaba forzado e incómodo.
Esta relación se desarrolla gradualmente, basada en la confianza, y se ve reforzada por una canción que le otorga a Jonathan el derecho a besarla. La experiencia teatral de Burnap brilla al interpretar al «actor convertido en bandido», lo que le da profundidad a su personaje.
Además, la química entre Zegler y Burnap hizo que su romance fuera atractivo en lugar de incómodo, un cambio refrescante con respecto a la película original.
Una representación poco convencional de los enanos

A pesar de las impresionantes actuaciones de Zegler y Burnap, la decisión de animar a los enanos, dejando al resto de los personajes en acción real, creó una sensación de inconexiones. Si bien los momentos con Mudito (Andrew Barth Feldman) y Gruñón (Martin Klebba) mostraron dulzura, sus papeles menos importantes limitaron la conexión general que Blancanieves tenía con estos personajes.
La elección de la animación resultó extrañamente fuera de lugar en un reparto predominantemente de acción real, lo que generó una sensación de desconexión mágica. Quizás por eso la adaptación optó por excluir por completo «y los Siete Enanitos» del título.
En resumen, si bien esta adaptación de Blancanieves ofrece momentos entrañables y números musicales memorables que evocan el estilo de Justin Paul y Benji Pasek, le cuesta redimirse del todo de ciertas decisiones narrativas, en particular las escenas musicales con Gal Gadot. Sin embargo, la película logra ofrecer una experiencia agradable en general.
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