
La experiencia de usar computadoras modernas a menudo puede ser frustrantemente paradójica. Puedes invertir una cantidad considerable en componentes de alto rendimiento (un procesador multinúcleo avanzado, una tarjeta gráfica de vanguardia y abundante RAM), pero aun así, te encuentras con que tienes que esperar para realizar tareas sencillas como abrir carpetas o realizar búsquedas.
El problema subyacente a menudo no reside en el hardware en sí. Incluso los sistemas de gama media son más que capaces de gestionar operaciones rutinarias con relativa facilidad. El verdadero culpable reside en el software. Con el paso de los años, el software se ha vuelto engorroso e ineficiente, descuidando la optimización del uso de recursos a pesar de los importantes avances en potencia de procesamiento y memoria. En lugar de aprovechar esta potencia eficientemente, el software moderno a menudo se comporta como si tuviera recursos ilimitados a su disposición, lo que resulta en un rendimiento decepcionante.
La discrepancia entre el rendimiento del hardware y el software
El hardware informático actual representa un avance notable con respecto al disponible hace apenas unas décadas. Las CPU actuales tienen un diseño complejo con múltiples núcleos y extensas cachés que optimizan el rendimiento en tiempo real. Sorprendentemente, los teléfonos inteligentes actuales poseen más capacidades informáticas que las supercomputadoras que ocupaban salas enteras en la década de 1980.
Las unidades de procesamiento gráfico (GPU) han avanzado aún más drásticamente. Tomemos como ejemplo la serie RTX de NVIDIA. Estas no solo se centran en los gráficos, sino que han evolucionado hasta convertirse en motores de procesamiento paralelo que gestionan tareas relacionadas con la IA y el aprendizaje automático con núcleos especializados: núcleos Tensor para la eficiencia de los cálculos y núcleos RT para el trazado de rayos en tiempo real, alcanzando billones de cálculos por segundo.
Con un rendimiento tan robusto, cabría esperar una experiencia de usuario fluida al usar ordenadores. Las aplicaciones deberían abrirse rápidamente, las interfaces deberían ser fluidas durante la multitarea y el cambio entre tareas debería ser fluido. Desafortunadamente, esto no suele ser así.
Este escenario contrasta marcadamente con el desarrollo de software de épocas anteriores. Durante la creación de sistemas operativos como Windows NT 3.51, los desarrolladores gestionaron meticulosamente la memoria y la potencia de procesamiento. Crearon sistemas adaptados a entornos con mucha menos RAM que la que consume una sola pestaña del navegador moderno, lo que impuso un nivel de eficiencia que resulta casi anticuado en el paradigma de desarrollo actual.
Trabajé en NT 3.51. Solíamos soñar con 128 MB de memoria. Intentábamos trabajar con 8 MB, pero creo que nos conformamos con 16. Ahora cabía todo en la caché del procesador.
– John Vert (@jvert) 3 de septiembre de 2024
Explorando la experiencia del usuario de Windows
Los ejemplos más destacados de retraso en el rendimiento se observan en los sistemas operativos modernos, en particular en Windows. Las frecuentes actualizaciones de funciones de Microsoft apenas mejoran la capacidad de respuesta de la interfaz principal de Windows 10 y 11, lo que genera una gran frustración entre los usuarios. Entre las quejas más comunes se incluyen los menús contextuales que se ralentizan tras hacer clic con el botón derecho o las ventanas del explorador de archivos que presentan renderizado escalonado.
Cabe destacar que un experimento realizado por el desarrollador Julio Merino hace un par de años puso de relieve estos problemas. Comparó sistemas operativos antiguos que se ejecutaban en hardware mínimo con sistemas Windows modernos en equipos de alto rendimiento, revelando la gran diferencia en la capacidad de respuesta.
En una prueba, una máquina del año 2000, equipada con 128 MB de RAM y un procesador de 600 MHz, lanzó instantáneamente aplicaciones con Windows NT 3.51. En cambio, una máquina considerablemente más nueva y potente (una Mac Pro de 6 núcleos con 32 GB de RAM) presentó retrasos, ya que los elementos de la interfaz de usuario se renderizaban fragmentados, lo que evidenciaba la desconexión en el rendimiento.
Otro ejemplo impactante compartido por el desarrollador Theo Browne destaca este problema. Narró una situación en la que abrir una carpeta con grabaciones de streaming (una tarea sencilla) tardaba unos exasperantes ocho minutos, y el Explorador de Windows se bloqueaba al hacer clic con el botón derecho. La causa era un retraso causado por el análisis automático de metadatos de Windows para cada archivo, lo que perjudicaba gravemente el rendimiento. La solución fue desactivar la detección automática de tipos de carpeta, lo que demuestra la facilidad con la que los usuarios pueden encontrar soluciones a problemas inherentes al sistema.
Incluso con una instalación limpia, Windows suele estar saturado de aplicaciones preinstaladas, sistemas de telemetría y procesos en segundo plano que consumen muchos recursos. Esta acumulación provoca graves retrasos en las tareas cotidianas, agravados por el hecho de que muchos usuarios recurren a scripts de desbloqueo de terceros. Estos scripts subrayan el grado de insatisfacción, ya que los usuarios suelen describir Windows como «casi inutilizable» hasta que eliminan los extras no deseados.
La función de búsqueda también refleja estas frustraciones. Al buscar un archivo reciente, Windows podría tardar mucho tiempo en mostrar resultados, a menudo ofreciendo una combinación de búsquedas web irrelevantes. Muchos desearían funciones de búsqueda instantánea similares a las de una herramienta gratuita como «Everything», que localiza archivos rápidamente mientras escriben, en marcado contraste con la lenta función de búsqueda integrada de una de las mayores empresas tecnológicas.
¿Un retorno a los estándares de calidad?
Existe una creciente percepción de que el principio fundamental de ofrecer software de alta calidad ha quedado relegado a un segundo plano frente a la conveniencia. Quienes recuerdan el pasado recuerdan una época en la que el software, en particular los sistemas operativos y las aplicaciones principales, se sometía a rigurosas pruebas internas antes de su lanzamiento, alcanzando a menudo un estándar de calidad excepcional. Este proceso garantizaba la estabilidad, la integridad y la disponibilidad en el momento del lanzamiento.
Considerando sistemas como Windows NT 4.0 o Windows 2000, se esperaba que estas versiones exhibieran estabilidad a nivel empresarial gracias a intensos ciclos de control de calidad, incluyendo una práctica conocida como «dogfooding», en la que incluso los empleados de Microsoft debían usar el software ellos mismos. Las actualizaciones eran tradicionalmente paquetes de servicios bien estructurados, a diferencia del flujo incesante de parches rápidos de la actualidad.
El modelo actual, a menudo denominado » Windows como servicio «, suele resultar caótico. El Programa Windows Insider, en lugar de ser una extensión del control de calidad, parece externalizar las pruebas a millones de participantes no remunerados. Los usuarios sufren frecuentes quejas sobre errores, funciones defectuosas y una disminución del rendimiento general con los lanzamientos principales: un ciclo repetitivo de productos inéditos e inacabados que solo se parchean tras la indignación pública. Esta práctica no se limita a los sistemas operativos; muchos juegos presentan esta preocupante tendencia, ejemplificada por el desastroso lanzamiento de Cyberpunk 2077.
Este enfoque constante de «lanzar ahora, arreglar después» ha llevado a muchos usuarios a cuestionar la filosofía de desarrollo de los grandes estudios. La decisión de retrasar GTA 6 podría reflejar la conciencia de Rockstar sobre los posibles riesgos de los lanzamientos apresurados.
La misma mentalidad de “nunca está realmente terminado” es evidente en la lenta revisión de sistemas antiguos como el Panel de control a favor de la nueva aplicación Configuración, un proceso que comenzó en 2012 con Windows 8, pero que sigue en curso trece años después.
Desafíos en el rendimiento web
Los problemas de rendimiento del software moderno se extienden más allá de los sistemas operativos de escritorio; también se manifiestan en las plataformas web. A pesar de las mejoras en la conectividad y las capacidades de los dispositivos, los usuarios suelen experimentar experiencias web excesivamente lentas y que consumen muchos recursos. Los sitios web suelen cargar con lentitud y pueden parecer menos responsivos que sus predecesores.
Este retraso se debe a la creciente complejidad de las aplicaciones web y al uso generalizado de frameworks JavaScript pesados. Si bien herramientas como React y Next.js mejoran significativamente la funcionalidad, su aplicación en sitios web más sencillos puede provocar un aumento excesivo del tamaño del código y retrasos en los tiempos de carga. Irónicamente, esto suele deberse a preferencias de desarrollo basadas en la conveniencia, en lugar de a requisitos genuinos del proyecto.
Las aplicaciones creadas con tecnologías web para escritorio, como herramientas basadas en Electron como Slack, también suelen presentar sobrecarga. Cada aplicación incluye una versión de un navegador web, lo que genera una sobrecarga que ralentiza el inicio y aumenta el consumo de recursos.
Sin embargo, aún existen ejemplos excepcionales que demuestran que el rendimiento puede prosperar con diferentes prioridades de desarrollo. Cabe destacar que el sitio web de McMaster-Carr destacó por sus rápidos tiempos de carga, en marcado contraste con sitios web modernos y visualmente atractivos, creados con tecnologías más actuales.
¿Cómo es posible que una empresa fundada hace más de 100 años tenga el sitio web más rápido de internet? pic.twitter.com/y97Eiq5Bmv
— Kenneth Cassel (@KennethCassel) 17 de octubre de 2024
McMaster-Carr logró esto empleando técnicas fundamentales como la robusta renderización del lado del servidor, estrategias de precarga agresivas, enfoques de almacenamiento en caché multicapa y una optimización rigurosa de recursos. Su compromiso con la velocidad y la usabilidad supera el atractivo de los frameworks modernos, demostrando cómo la necesidad aún puede dictar el diseño.
La opción Linux: una mezcla de opciones
En busca de una experiencia informática más fluida, muchos usuarios consideran cambiar a sistemas operativos alternativos como Linux. Numerosas distribuciones, en particular las que utilizan entornos de escritorio ligeros como XFCE o LXQt, pueden mejorar significativamente el rendimiento en hardware antiguo, haciendo que los sistemas se sientan ágiles gracias a una menor sobrecarga que soluciones más completas como Windows.
Sin embargo, la transición a Linux presenta desafíos de compatibilidad para muchos usuarios, especialmente con herramientas profesionales populares. Muchas aplicaciones esenciales, como Adobe Creative Cloud y Microsoft Office, carecen de versiones nativas de Linux, lo que genera obstáculos que a menudo obligan a probar Linux brevemente antes de volver a Windows.
Razones detrás de la saturación y la lentitud del software
Con todo este hardware avanzado y estrategias demostrables para optimizar el rendimiento del software y la web, cabe preguntarse por qué las aplicaciones actuales suelen parecer tan lentas y sobrecargadas. La respuesta puede ser compleja, pero varios factores clave destacan:
- El modelo del «consumidor como probador beta»: Las grandes empresas de software con frecuencia trasladan sus esfuerzos de control de calidad de exhaustivas revisiones internas a pruebas beta públicas, basándose en la opinión de los usuarios para finalizar las funciones en entornos reales. Esto marca una clara diferencia con respecto a la época en que las versiones «Gold» rigurosamente examinadas eran la norma.
- Concéntrese en la velocidad antes que en la calidad: las presiones actuales relacionadas con los lanzamientos rápidos de funciones a menudo priorizan la rapidez sobre la artesanía cuidadosa, lo que permite que los marcos inflados dominen en lugar de involucrarse en una optimización detallada del rendimiento.
- Abstracción excesiva: el uso de múltiples capas de abstracción, si bien simplifica el desarrollo, puede introducir una sobrecarga de rendimiento innecesaria si no se optimiza cuidadosamente.
- Habilidades y enfoque del desarrollador: Las habilidades de optimización, como la gestión de memoria y los algoritmos eficientes, se han vuelto menos comunes entre los desarrolladores en comparación con las técnicas de integración y los últimos marcos, que se aprenden más fácilmente.
- Modelos de negocio: Muchas soluciones de software actuales incorporan funciones diseñadas para publicidad, telemetría y participación del usuario, lo que agrega una complejidad injustificada que resta valor a las funcionalidades principales.
- Complejidad creciente: las crecientes demandas de seguridad, conectividad a Internet y manejo de gráficos avanzados crean desafíos inherentes y problemas de escalabilidad.
Reflexiones finales: el hardware no siempre es el culpable
La próxima vez que su computadora parezca lenta, incluso durante las tareas rutinarias, deténgase antes de considerar actualizar a un nuevo hardware. Su sistema actual probablemente posee capacidades que, si bien son impresionantes en comparación con los estándares históricos, se ven limitadas por un software ineficiente y sobrecargado.
Es urgente que el rendimiento, la estabilidad y la calidad vuelvan a ser la prioridad en el desarrollo de software. Es fundamental que la cultura de desarrollo se centre en optimizar el rendimiento y la experiencia del usuario, respetando las limitaciones de tiempo y recursos del usuario. Para ofrecer un software que realmente satisfaga las necesidades de los usuarios, es necesario volver a centrarse en ofrecer soluciones robustas y eficientes.
Hasta que se produzca un cambio de este tipo, los usuarios seguirán luchando contra un rendimiento lento incluso en las máquinas más potentes, lo que a menudo los lleva a creer que las actualizaciones son su único recurso.
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