Apenas horas después de que Blake Lively presentara una denuncia por acoso sexual contra su coprotagonista de It Ends with Us, Justin Baldoni, la narrativa que rodeaba la situación comenzó a reflejar los estereotipos dañinos que suelen asociarse con las víctimas. En lugar de validar sus acusaciones, muchos usuarios de Internet se apresuraron a desacreditarla sin ninguna prueba sustancial.
La denuncia de Lively plantea serias acusaciones, afirmando que Baldoni la hizo sentir incómoda durante el rodaje. Las acusaciones incluyen comportamiento inapropiado como improvisar escenas íntimas, alardear de sus «conquistas sexuales» en su presencia e incluso entrometerse mientras ella se cambiaba en su tráiler. Además, Lively afirma que ignoró sus reiteradas solicitudes de un set cerrado durante el rodaje sensible, específicamente una escena de parto. Estas preocupaciones provocaron una reunión con Lively, Baldoni, ejecutivos del estudio y productores, donde se le pidió a Baldoni que cesara su conducta preocupante. Sin embargo, su denuncia sugiere que Baldoni respondió contratando un equipo de relaciones públicas de crisis, que supuestamente inició una campaña de desprestigio contra Lively.
Aunque estas afirmaciones no han sido probadas en un sentido legal, han surgido pruebas que parecen respaldar las acusaciones de Lively. Los mensajes filtrados del equipo de relaciones públicas de Baldoni insinúan planes para “destruir” la reputación de Lively y sugieren que estuvieron involucrados en filtrar historias negativas sobre ella a medios como Page Six. Sin embargo, muchos críticos descartan estas pruebas porque han construido una imagen de Lively como menos que “perfecta”.
Defectos y acusaciones: cómo entender la situación de Blake Lively
Casi inmediatamente después de la divulgación pública de su denuncia, las plataformas de redes sociales como X y TikTok estallaron con acusaciones contra Lively, afirmando que estaba inventando su historia. Una narrativa común entre sus críticos fue que los errores anteriores de Lively habían empañado su imagen, lo que llevó a acusaciones infundadas contra Baldoni para reparar su reputación. Este mismo argumento fue repetido por la defensa legal de Baldoni, sugiriendo que las afirmaciones de Lively eran simplemente un intento desesperado de salvar una reputación impactada negativamente por sus propias palabras y acciones relacionadas con la promoción de la película. Algunas etiquetas, como «chica mala», han surgido a medida que los usuarios han profundizado en su pasado, señalando controversias anteriores, incluidos sus esfuerzos promocionales para su línea de cuidado del cabello y películas anteriores que han resurgido.
Si bien es cierto que Lively ha tomado decisiones que algunos podrían considerar cuestionables, esto no se correlaciona con la validez de sus acusaciones contra Baldoni. No todas las críticas a Lively surgen de una campaña de desprestigio; varios medios de comunicación respetables han informado sobre su comportamiento problemático y también han criticado sus acciones en relación con los temas de violencia doméstica en la película. Es fundamental comprender que una persona puede tener defectos y merecer críticas y, al mismo tiempo, ser víctima de acoso.
Aunque Lively haya contribuido a que se produzcan algunas reacciones negativas en su contra, esto no borra la realidad de sus experiencias. El factor subyacente es que una campaña sistemática de desprestigio, supuestamente orquestada en su contra, desempeña un papel importante en la formación de la percepción pública. La insistencia en que los errores del pasado niegan la condición de víctima no sólo es ilógica, sino que refleja las tendencias sociales que perpetúan el tropo de la “víctima perfecta”. Este sesgo cultural implica que las víctimas como Lively reciben un escrutinio y un juicio que claramente no merecen.
Un llamado a la compasión: más allá de la narrativa de la víctima perfecta
Durante años, la sociedad se ha aferrado a la noción de la “víctima perfecta”, perpetuando una narrativa idealizada en torno a lo que constituye una víctima “socialmente aceptable”. Esta percepción está fuertemente influenciada por prejuicios relacionados con el género, la edad, la orientación sexual y el nivel socioeconómico. Las características tradicionalmente atribuidas a la llamada víctima perfecta incluyen la vulnerabilidad y la inocencia total, que han contribuido a una culpabilización errónea en los casos de agresión.
Los criterios para ser una víctima ideal parecen ser cada vez más difíciles de cumplir; una persona no debe haber cometido ningún error, por mínimo que sea, para ser considerada creíble. Pensemos en los casos recientes de Grace Jabbari y Amber Heard, cuya credibilidad fue cuestionada debido a acciones o afiliaciones cuestionables en su pasado. El incidente de Jabbari fue desestimado por algunos simplemente por un video que la mostraba acosando a Majors, y en la situación de Heard, la personalidad pública de su abusador eclipsó sus afirmaciones. De manera similar, Lively enfrenta un escrutinio por su pasado en lugar de ser escuchada como una víctima potencial.
Los casos de Jabbari, Heard y Lively ponen de relieve un problema social más amplio: la imprudencia de etiquetar a alguien como víctima basándose en un ideal arbitrario. Cualquiera puede ser objeto de abuso, independientemente de su comportamiento pasado. Es fundamental brindar empatía y comprensión a las víctimas, ya que sus experiencias no encajan en una narrativa única. La necesidad de compasión nunca ha sido más primordial. La expectativa de que las víctimas se ajusten a estándares ideales no solo es poco realista, sino que también constituye un obstáculo importante para la justicia y la sanación.
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