
Crítica de la película: Capitán América – Un mundo feliz
- *Capitán América: Un mundo feliz* tiene problemas con una trama y un desarrollo de personajes inadecuados y no logra presentar de manera efectiva a un nuevo Capitán América.
- La película intenta conciliar una narrativa nueva con el legado del Capitán América, pero en última instancia ofrece una trama decepcionante.
- Aunque intenta presentar un conflicto fundamentado, no logra proporcionar secuencias de acción impactantes ni un crecimiento sustancial de los personajes.
Desde el momento en que el logo de Marvel Studios se difumina, Capitán América: Un mundo feliz marca un tono distintivo, optando por una estética en blanco y negro que se aleja del espectáculo habitual. La introducción del presidente Thaddeus ‘Thunderbolt’ Ross, interpretado por Harrison Ford, está respaldada por una banda sonora que recuerda a los dramas políticos clásicos. Desafortunadamente, este comienzo prometedor no mantiene su impulso a lo largo de la película.
Como plataforma de lanzamiento para el nuevo Capitán América, Un mundo feliz decepciona. La película se ve empañada por luchas tras bambalinas que la hacen sentir descoordinada. Si bien Anthony Mackie ha ofrecido actuaciones sólidas en películas anteriores del MCU, liderar un proyecto como este resulta ser un desafío abrumador para él. Anunciada como un thriller de conspiración, en última instancia carece del suspenso y la intriga necesarios para mantener el interés del público.
La trama se centra en la aceptación oficial del título de Capitán América por parte de Sam Wilson, junto con un nuevo compañero, Joaquín Torres (interpretado por Danny Ramírez).Un montaje inicial tiene como objetivo volver a presentar al público a Thaddeus Ross, haciendo eco de secuencias icónicas de El Soldado del Invierno. Lamentablemente, la acción no está a la altura de sus predecesoras, lo que revela el defecto central de la película: lucha por crear una narrativa nueva y al mismo tiempo honrar el legado establecido del Capitán América. Intentar equilibrar ambos objetivos puede haber resultado demasiado ambicioso.

La trama se desarrolla mientras Ross lidia con los desafíos de su presidencia, caracterizados por el descubrimiento del elemento fundamental, el adamantium, y su tumultuoso pasado como soldado «obsesionado con Hulk».Al mismo tiempo, Sam explora lo que realmente significa encarnar el legado del Capitán América. Si bien estos riesgos personales presentan conflictos intrigantes, no logran culminar en una conclusión significativa. La narrativa también presenta al villano Samuel Sterns (Tim Blake Nelson), cuyas motivaciones siguen siendo confusas a pesar de su implicación en un elaborado plan.
Los papeles secundarios, como Ruth Bat-Serpah (de Shira Haas) y Sidewinder (Giancarlo Esposito), no se aprovechan lo suficiente. Sus contribuciones parecen superficiales, y el personaje de Ruth resulta especialmente prescindible para la trama general. Aunque Esposito ofrece una actuación encomiable, Sidewinder surge como un personaje casi tangencial, reducido a actuar como un recurso expositivo. La decisión de suprimir las escenas anteriores en las que aparecía la Sociedad de la Serpiente plantea interrogantes sobre el ritmo y la coherencia de la narrativa.
El elemento más destacado de Un mundo feliz es, sin duda, la interpretación que Carl Lumbly hace de Isaiah Bradley. Bradley, que apareció por primera vez en Falcon y el soldado del invierno, es un comentario conmovedor sobre el trato que recibieron los soldados negros en la historia de Estados Unidos. Si bien la serie anterior desarrolló de manera efectiva el arco de su personaje, esta película se basa principalmente en él como catalizador de la trama. Lumbly, sin embargo, transmite hábilmente la rica y trágica historia de Bradley con un tiempo de pantalla limitado.

Es una lástima que la profundidad del personaje de Bradley permanezca en gran parte sin explorar en esta entrega. A pesar de ser anunciada como una película centrada en un nuevo Capitán América y las implicaciones de ese papel para Sam y quienes lo rodean, Un mundo feliz evita enfrentar las complejas preguntas que plantea. La película coquetea con estos temas en su clímax, pero socava la gravedad con un humor poco convincente, una debilidad creciente en la narrativa de Marvel. Las revelaciones importantes y los giros inesperados están notablemente ausentes, lo que deja a los espectadores con una narrativa predecible que no logra transmitir tensión.
Un aspecto en el que Brave New World destaca es en su alejamiento de la excesiva dependencia de los efectos especiales generados por computadora que ha plagado numerosas películas recientes de Marvel. A pesar de sus defectos, la película intenta mostrar un conflicto más realista, alejándose del espectáculo exagerado con situaciones con las que la gente se identifica. Sin embargo, incluso las secuencias que muestran enfrentamientos aéreos entre el Capitán América y Falcon contra aviones militares no son del todo convincentes, ya que carecen del peso emocional que debería acompañar a esos momentos.

Este sentimiento se extiende a la batalla culminante que involucra a un Ross con superpoderes, donde Sam resiste milagrosamente una andanada de ataques catastróficos. Si bien uno podría atribuir esto a su traje de vibranium, incluso el Capitán América original encontraría un escenario así increíblemente desafiante. En última instancia, esta confrontación, que ha sido muy desvelada en los esfuerzos de marketing, parece incumplida, casi como si se hubiera incluido simplemente para satisfacer obligaciones contractuales.
Puede que los fans de la franquicia hayan disfrutado recientemente de la más elogiada Deadpool & Wolverine, pero Capitán América: Un mundo feliz vuelve notablemente a la mediocridad, sin llegar a las emocionantes narrativas que han definido a las películas anteriores. Como primer título importante de legado en mucho tiempo, debería haber reavivado la pasión del público por la franquicia; en cambio, puede que solo refuerce el desencanto con el MCU.
Capitán América: Un mundo feliz se estrenará en los cines el 14 de febrero.
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