El Mac Pro de Apple, tradicionalmente reconocido por su característico chasis de «torre», dio un salto audaz hacia territorio desconocido con su diseño único. Este cambio surgió de un deseo de ampliar los límites de la informática de escritorio, lo que resultó en la presentación del ahora icónico modelo «papelera». Más pequeño que las versiones anteriores, ostentaba una sólida fusión de CPU y GPU de nivel de estación de trabajo, pero enfrentaba desafíos significativos en cuanto a la eficiencia de refrigeración.
El anuncio generó un gran entusiasmo en la comunidad tecnológica, alimentado por la memorable declaración del vicepresidente sénior de marketing de productos mundiales de Apple, Phil Schiller: «No podemos innovar más, mi trasero». A pesar del entusiasmo inicial, el Mac Pro se topó con numerosos problemas que obstaculizaron su desempeño en el mercado. Mientras celebramos su 11.º aniversario, vale la pena reflexionar sobre el legado de este diseño poco convencional.
Redefiniendo el rendimiento: los desafíos del Mac Pro «papelera»
Lanzado en diciembre de 2013, Apple comercializó el nuevo Mac Pro como una máquina que ofrecía el doble de rendimiento que su predecesor. Envuelto en una elegante carcasa cilíndrica hecha de aluminio pulido, fue diseñado para una disipación térmica eficiente. Un solo ventilador era responsable de expulsar el aire caliente, aspirando el aire frío desde debajo de su base. Si bien el atractivo estético del acabado negro atrajo a los compradores, varios inconvenientes importantes finalmente llevaron a Apple a abandonar este diseño.
Una de las principales limitaciones del Mac Pro «papelera» era su tamaño compacto, que ocupaba sólo una octava parte del volumen del modelo anterior. Esta reducción significaba que los componentes internos tenían problemas para gestionar el calor, por lo que era necesario un sistema de refrigeración más robusto. Aunque el diseño era ambicioso, el dispositivo decepcionó a los usuarios, que descubrieron que casi todas las opciones de expansión se limitaban a los puertos Thunderbolt 2. Aunque los usuarios podían cambiar la RAM, la ausencia de ranuras de expansión significaba que actualizar los componentes a menudo requería inversiones financieras cuantiosas para obtener un rendimiento mínimo.
En consecuencia, el Mac Pro con forma de «cubo de basura» tuvo dificultades para competir con un hardware que evolucionaba rápidamente y ofrecía mayor velocidad y eficiencia. Al reconocer estas deficiencias, Apple volvió al diseño de chasis de torre con los modelos posteriores, incluida la versión M2 Ultra, aunque las actualizaciones de RAM tampoco fueron una opción esta vez. Sin embargo, dados los notables avances logrados con Apple Silicon en términos de rendimiento en relación con el consumo de energía, existe una renovada esperanza de que el factor de forma de «cubo de basura» vuelva a cobrar vida. El diseño de torre actual ocupa un espacio significativo que podría reutilizarse para usos innovadores. Queda por ver si Apple tiene más sorpresas guardadas para nosotros con respecto a este diseño icónico; permanezcan atentos.
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